Ya es madrugada de domingo, sábado a la noche. Utilizaba esta fórmula en mis primeros escritos. Fórmula le llamo a señalar la hora de cuando escribo. Siempre sentí que era importante que el potencial lector supiera la instancia misma de la escritura. Al menos la hora. Dando(me) a entender (siendo que quizás sea más para mi que para algún otro, como suele suceder en el acto de escritura y de creación en general), que no se escribe lo mismo de mañana que de madrugada, que de tarde o mediodía. O tal vez sea solo para generar una empatía, una compañía, en el momento mismo de la escritura. Como sea, el sábado termina, el domingo empieza, y acabando el segundo día de cuarentena decretada por el coronavirus, en Balvanera hay silencio, oscuridad. Algo deleitable, poco frecuente, menos aun en tiempos de encierro, con vecinos que hablan, no dejan de hablar, quizas porque no tengan nada para decir, mas que paliar con palabras la incertidumbre, el tedio, el miedo.
Me pasan un texto de Bifo Berardi desde varios lados, cuatro por lo menos, y por whatsap. No estoy ingresando a Facebook, la única red que uso, y así todo me llegan cosas que fundamentalmente circulan por allí. En tal caso me llega lo filtrado por mis amigxs, así dicho, una buena fórmula. Otra más. El texto es un diario, complementado por imágenes aparentemente del mismo Bifo que según dice dibuja, garabatea cuando está nervioso. El diario incorpora el momento de la cuarentena. Venía escribiendo de antes, y de repente, la cosa se agrava, y de las reflexiones mas bien político filosófIcas pasa a narrar secuencias de su propia vida. De los encuentros con sus hermanos, con su pareja, impedidos o dificultados por el virus (por el temor al contagio, a contagiar: por el temor) Quizás este pasaje, sea de lo más interesante del texto. Donde acontece una mutación. Donde el teórico, que se puede sentir más o menos cómodo, o al menos habituado, entre especulaciones conceptuales, de repente tiene que lidiar con algo que lo toca y ya no solo le interesa. Y tiene por ejemplo que decidir, tomas una decisión que (le) resulta una paradoja: mantener una reunión (y quizás contagiar a su hermano) o suspenderla (y contagiarlo de miedo, expandir “el virus del aislamiento”)
Como tesis sostiene que una de las consecuencias del virus, de la cuarentena que provoca, es la deflación, una psico-deflación, es decir, una suerte de detención, un parar la actividad, que es un parar la maquinaria productivista, consumista, que apenas, y dificultosamente intentaron hacer las movilizaciones mas importantes del año pasado, como las de Chile, entre otras. Pero que así mismo, estuvieron lejos del horizonte de cambio radical que este virus genera. A diferencia de algún teórico amigo o no amigo que cita, la clave no es tanto la detención del aparato productivo, como el detenimiento psíquico, o en tal caso, las consecuencias psíquicas del detenimiento. En tal sentido el diario, “interrumpido” por imágenes, y en su lógica de verse “interrumpido” por la aparición de un cuerpo, propio, de sus familiares, permitiendo, necesitando mutar, desde lo teórico abstracto a lo teórico experiencial, estaría poniendo en acto la transformación que el autor prevee, y se entusiasmo previendo, de tal potencial mutación por la interrupción del circuito laboral. Dudas así todo me quedan, con el flujo eterno y eternizado de la producción semiótica en la redes, en las formas y medios de comunicación. Una suerte de continuum infinito y obligado, que el virus no solo no detiene sino que exacerba. En tal sentido, mi reclusión en formas no “rizomáticas”, de contactos personalizados o de grupos estrechos de pertenencia, me genera una suerte de sutil pero vital resistencia. De interrumpir no solo mi circulación laboral y callejera, sino también la semiótica desbandada. Tenerla controlada, especificada en un rol productivo, incluso de construcción/expansión de afectividad, (me) es relevante para acompañar el novedoso escenario de detención (in)material.
Hace una semanas abriendo el curso de comunicación un 9M, decíamos que el paro internacional de mujeres, nos convocaba también a pensarlo de modo productivo. Una detención, una interrupción a la tarea cotidiana, decíamos, produce un valor incalculablemente mayor en la subjetividades tanto de las que paran como de lxs que no. Entendiendo que el mayor gesto político a realizar en una contemporaneidad de flujos, es el de la detención, el parar, el hacer Paro (con mayúsculas) Incluso, decíamos, que el lenguaje inclusivo, también actuaba bajo esa lógica política comunicacional, la de expresar el conflicto constitutivo de todo afán vincular: el de incorporar un modo de enunciación imposible, que interrumpe el habla, que entorpece, interfiere el entendimiento. Sobre todo nos referíamos al gesto lingüístico más radical al respecto, el del uso de la “x”, para decir, por ejemplo, todxs. La interferencia sígnica provoca aquí un posicionamiento político fundamental, incluso, evidencia el fundamento de la política: el desacuerdo constitutivo. El no fluir de un habla, su avance tropezado, no como inflación comprensiva alguna sino lo contrario. Enuncio y provoco un pliegue. Y es el pliegue, el no (diría Viñas), la condición del pensamiento crítico. Es decir, la aparición de un cuerpo, que pone en duda el avance de la máquina (en este caso, clasificadora)
Hace tiempo, había imaginado un proyecto de textos que pretendían ir encontrando sus correlatos visual o audiovisuales, denominado “Las potencias del no”, rastreando las distintas formas productivas de la negación. Desde el paro y la x, al “preferiría no hacerlo”, el silencio, lo invisible, el no es no y la desconexión. Por supuesto, este proyecto no lo finalicé, quedó ahí, detenido, interrumpido, interferido por el flujo de acciones y obligaciones y no obligaciones que lo postergan. Indefinidamente. Psico inflamado y endeudado como uno/se es (aunque quizás todo esto sea para pedir auxilio y poder finalizarlo, aunque esto contradiga su espíritu a-realizativo)
La deflación de actividad a la que alude Berardi, como consecuencia a la baja del nivel de actividad por la cuarentena, en tanto gesto desinflamatorio productivista, debe ser acompañada tanto por una deflación sígnica, en tanto el signo devino la forma pseudo material de constitución subjetiva/comunal hoy. Como de una reactivación agonística de formas de la experiencia en común (por comunes, por populares). Siendo que para que emerja algo, hay que dejar lugar. Nada (bueno) surge de lo saturado, de lo full full. Como tampoco de lo restrictivo, aristocrático, cool. Bueno, eso.
/Texto surgido a partir de conversaciones con integrantes-compañerxs de VerPoder/